Opinión de Locuras Cuerdas ·El destape que no destapa nada Por Jorge Chávez Mijares
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El destape que no destapa nada
Por Jorge Chávez Mijares.

Querido lector, la política local en Matamoros tiene estas escenas que uno ya se sabe de memoria, como si fueran funciones de teatro de carpa donde el libreto cambia, pero los actores repiten el mismo ademán desde hace décadas. Y esta vez el telón se abrió con Manuel Muñoz al frente, con una indumentaria camisa nívea blanca, logo verde, y esas manos entrelazadas a la altura del abdomen en la postura universal del político que quiere aparentar control sin decir absolutamente nada.
Sesudo lector, en la kinésica —esa rama del estudio de la comunicación no verbal que desnuda intenciones mejor que cualquier discurso— esta posición se conoce como un gesto de autoridad contenida. Los expertos en cinesiología explican que cuando un político entrelaza los dedos suavemente a la altura del plexo solar, está enviando un mensaje doble: "tengo el control" y "no estoy dispuesto a revelar más de lo necesario". Es, literalmente, el cuerpo hablando donde las palabras callan.
Las manos de Manuel —esas manos que hablan más claro que él— no están relajadas ni abiertas ni combativas. Están en modo ambigüedad calculada. Es la postura del hombre que anuncia todo sin comprometerse con nada: ¿candidato a qué? ¿Municipio? ¿Regiduría? ¿Diputación? ¿O, ya entrados en confianza, gobernador de su propio entusiasmo? Lo dicho: un destape que no destapa ni media botella.
Analítico lector, detrás de él, como parte del ritual iniciático, aparece el Químico Ramiro Cisneros Tremear, muy conocido en Matamoros, con las manos hacia atrás, sonrisa de subordinado fiel y mirada de quien ya entendió que el discurso de su jefe era un acertijo disfrazado de anuncio. Su gesto pertenece al catálogo básico de la proxémica política: la postura del cuadro que reconoce jerarquía, el soldado que ocupa su lugar en el mapa del poder sin desbordarlo. Es la posición corporal —medio reverente, medio expectante— de quien aguarda instrucciones sin preguntar demasiado, como buen soldado del Verde en territorio incierto.
Pero aquí viene la parte que solo entiende la fauna política local, los que conocemos a los actores, los guiones y las sombras detrás del escenario: Este “destape” impreciso no es sobre Manuel Muñoz. Ni sobre el Químico. Ni sobre ningún cargo en específico. Es una distracción. Un truco de manos sin cartas. Una maniobra para desviar los reflectores electorales hacia un punto secundario, mientras el verdadero protagonista —el que sí concentra las expectativas, los recursos, las alianzas, las fracturas y las presiones— sigue en silencio estratégico. Quien al parecer ahora si esta siendo bien asesorado.
Y ese protagonista, te lo digo sin rodeos, es el alcalde Alberto Granados, cuyo segundo año de mandato está por iniciar y en donde, como dicta la tradición no escrita del poder, comienza la verdadera danza de las sucesiones, los amarres y los destinos políticos. Todos los que estamos en este juego sabemos que, ahorita, cualquier movimiento mediático que no lleve su nombre tiene la función exacta del mago que agita la mano izquierda para que el público no vea lo que la derecha está preparando detrás de la cortina. Así de simple. Así de bizantino. Así de Matamoros.
Porque —permíteme la franqueza locuracuerdiana— no hay mejor forma de esconder al personaje principal que poner al secundario a decir medias frases mientras adopta poses de solemnidad contenida. La política local es experta en estos malabares: distraer para gobernar, dispersar para controlar, mover fichas menores para que nadie vea el tablero mayor.
Querido y dilecto lector, mientras Manuel Muñoz entrelaza las manos con gesto de kinésica manual perfectamente estudiado, el Químico asiente desde la proxémica del subordinado, y los reflectores titubean, el alcalde Granados —el verdadero epicentro— permanece en la antesala del año donde se definen los destinos. A veces, la política se parece más a un truco de ilusionismo que a un ejercicio de poder. Y lo que vimos ayer no fue un anuncio. Fue una cortina de humo con camisa blanca.
El tiempo hablará.








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